viernes, 6 de febrero de 2015

El papel de los drones en la estrategia antiterrorista.


Durante algún tiempo, antes de que empezaran a bajar de precio y popularizarse (y a diversificar sus usos), los drones tuvieron un serio problema de relaciones públicas provocado por el hecho de que las primeras noticias que gran parte del público tuvo sobre estos aparatos procedía de noticias sobre operaciones antiterroristas en Oriente Medio: su vinculación con noticias sobre ejecuciones sin juicio, identificaciones fallidas, o intervenciones en terceros países estableció una conexión entre “guerra” y drones, de la que sólo recientemente se están librando gracias a su diversificación temática.
Cuando el periodista británico Glenn Greenwald fichó por The Intercept tras haber saltado a la fama revelando el programa de espionaje masivo de la NSA gracias a las filtraciones de Edward Snowden, su primer reportaje en el medio online creado por el fundador de eBay fue uno que revelaba el motivo de los frecuentes errores cometidos por el programa de drones estadounidenses en países como Pakistán o Yemen.
Según un informante anónimo de Greenwald que habría sido operador de drones para el Mando Conjunto de Operaciones Especiales, esto se debía a que EEUU no verificaba la identidad de los objetivos usando operativos sobre el terreno, sino que se contentaban con usar los datos de localización del teléfono móvil: “El público cree que los objetivos de los ataques son una lista de personas, pero en el fondo son sólo una lista de teléfonos móviles: no buscamos a personas, sino a sus teléfonos… con la esperanza que al otro lado del misil haya un ‘tipo malo”.
Tan sólo un mes después de que esta información saliera a la luz, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU condenaba oficialmente (y por amplio margen: 27 votos contra 6) el uso de drones en operaciones antiterroristas.

¿Qué pasa cuando los drones caen en malas manos?

Pero… ¿qué ocurre cuando los drones caen en manos de gente a la que no le importan las vidas inocentes ni la presión de la opinión pública o de los organismos internacionales? ¿Cuando los aviones no tripulados pasan a estar en manos de organizaciones criminales y terroristas? Veamos dos ejemplos. Uno es el de los cárteles mexicanos de la droga, que los utilizan transportar pequeños paquetes de droga en la frontera entre su país y los Estados Unidos. Por otro lado, Hamás intentó usarlos durante su último conflicto armado con Israel en 2014: uno de ellos entró en el espacio aéreo israelí y se dirigió a la ciudad costera de Ashdod, hasta que un misil Patriot lo hizo volar. La organización terrorista palestina amenazó con poder usar muchos más en el futuro.
Muchos analistas señalan que los grupos terroristas podrían estar buscando drones de fumigación para alterarlos con el objetivo de difundir agentes químicos. Resulta reconfortante saber que, al menos, los drones armados permanecen por ahora fuera del alcance del bolsillo yihadista.
Como señala BloombergView, “en 2030 unos 30.000 aviones no tripulados podrían estar sobrevolando la zona en los EEUU, la mayoría de ellos dedicados a cosas dignas como la agricultura y la respuesta de emergencia. Razón de más para empezar a pensar ahora sobre la mejor manera de separar los buenos de los malos”.
Fuente: ticbeat.com

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