La infancia es una de las etapas de la vida que
más nostalgia y recuerdos genera. Las horas en el recreo, los juegos colectivos
en los parques o los juguetes que nos acompañaban han sido algunos de los
elementos que han definido nuestra vida.
Hoy, en nuestro repaso por los contenidos más
interesantes de la blogosfera, encontramos en la bitácora de César Eslava uno de los «gadgets» más populares e icónicos de nuestra juventud: el yoyó.
El yoyó es un juguete compuesto por dos discos conectados por un eje, con un hilo
enrollado alrededor de este que se mueve gracias a la gravedad y los giros.
Existen diversas modalidades que aumentan la velocidad
o permiten hacer diferentes trucos. Además, podemos encontrar yoyós de
diferentes materiales como plástico, metal o madera, e incluso carbono.
El origen de este artilugio se remonta a la Edad Antigua, siendo uno de los
juguetes más longevos de la historia. Ya en el siglo V a.C.
aparecen los primeros testimonios de su existencia mediante la representación
de adolescentes jugando con un objeto similar al yoyó.
No fue hasta 1928 cuando aparece el yoyó tal y
como lo conocemos hoy en día. Aquel año, el empresario Pedro Flores abrió una fábrica en California en la que
se producían unas 300.000 unidades diarias. A los pocos años el negocio fue
comprado por Donald Duncan, quien registró la marca «yoyó» en 1935.
El nombre pudo explotarse comercialmente hasta los años 60, cuando un tribunal
dictaminó que la denominación era tan genérica que podía ser usada por
cualquiera.
Hoy en día no es extraño encontrar este juguete
en los recreos de cualquier colegio; se ha convertido en un elemento
definitorio de la cultura popular. También se celebran competiciones anuales que ponen a prueba la destreza de los
participantes. En ellas han de mostrar trucos obligatorios y otros
de exhibición libre. Un juez puntúa estos trucos en base a la dificultad o la
sincronización. Actualmente, los jugadores japoneses son los líderes
indiscutibles de estos torneos.
Pero realizar estos trucos y acrobacias no está
limitado a los profesionales. Basta con realizar una búsqueda en la web para
encontrar infinidad de tutoriales que permitirán desarrollar sus dotes a
cualquier aficionado que quiera rememorar los duelos de la infancia en el
recreo.
Fuente: ABC.es

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